Al contrario de lo que la mayoría de los consumidores piensan, un vino joven puede ser comparable en calidad, sabor, textura, aromas y demás notas de cata a un vino conservado en barrica durante un tiempo determinado.
Los vinos jóvenes cobran fuerza dentro del mercado. Los buenos resultados de las cosechas están favoreciendo la aparición de caldos de calidad, aunque en cantidades muy limitadas. Reciben un tipo de catalogación diferente a los ya reconocidos como Crianza, Reserva y Gran Reserva, por no transcurrir demasiado tiempo entre la vendimia y el embotellado. Una categoría, la del vino joven, que no impide que hayan logrado, año tras año, un gran prestigio y reconocimiento internacional.
Coincidiendo con la llegada de la fiesta de Beaujolais Nouveau en Francia, un truco comercial que ayuda a vender una buena cantidad de litros de vinos jóvenes en el país vecino, se ha escrito este artículo para poner en valor las añadas que continuamente están alcanzando unos niveles muy elevados de calidad en los vinos nacionales.
El tiempo, el principal factor de distinción
El primer paso para reconocer que se está ante un vino joven es comprobar, gracias a su etiqueta, que el tiempo de envejecimiento es igual a cero, es decir, que el líquido embotellado pertenece al producto de las vides recogidas en la última cosecha. Esto determinará también su tiempo de vida, que no debe exceder los dos años antes de ser consumido.
El carácter que poseen los vinos jóvenes es completamente diferente a aquellos que pasan un tiempo determinado en reposo dentro de las barricas de madera. Estos vinos no han pasado por ese proceso, sino que han sido embotellados cuando el mosto ha fermentado. Solo en casos contados pueden dar un paso por barrica, pero siempre su duración es más corta que las que se marca en las diferentes denominaciones de origen.
Las primeras notas de cata que diferencian un buen tinto joven para este son apreciables fundamentalmente en la cantidad de fruta, en que son muy equilibrados y en su frescor, no carentes, en ningún caso, de materia y estructura, por lo que, una vez más, la cosecha de este año promete ser bastante interesante.
En términos más generales, son las siguientes notas de aroma, sabor y color, que se van a detallar a continuación, las que comparten la mayoría de los vinos jóvenes en este país.
El aroma
Su perfume floral es uno de los característicos rasgos identificativos en estos vinos. Este aroma se mantiene debido a que se lleva poco o nada de tiempo envejeciendo en las barricas, por lo que no hay lugar para adoptar el olor a madera característico de vinos más viejos. Su aroma es propio de aquellas vides donde fue criado. Cuando se descorcha una botella, los primeros matices aromáticos recordarán, sin ningún esfuerzo, a flores como las rosas, las violetas o el jazmín, entre otras.
El sabor
Como norma general, viene ocurriendo lo mismo que con el aroma. Mantiene su carácter salvaje, sin la doma que ejerce la madera, su seña de identidad más acuciante y común a todos es el sabor afrutado. Los sabores que se localizan con más facilidad provienen de las moras, cerezas, melocotones o ciruelas, pero el abanico es enorme. Este factor estará determinado por las uvas que hayan participado en su elaboración. Un poco más lejano también se pueden apreciar sabores a hierba de distinta índole.
Así mismo, los vinos jóvenes son más ácidos y refrescantes que los llamados añejos.
El color
El grado de acidez determina los tonos de los vinos. Por tanto, los tintos jóvenes tendrán colores rojos más intensos y compactos, más oscuros en el centro y un halo de color violeta en el borde.
Cómo se consigue un vino joven de calidad
No todo es el tiempo de fermentación y el tipo de elaboración. También cuenta, y mucho, el proceso de selección de la uva. Un vino joven ha sido creado para ser consumido en un periodo de tiempo corto, como ya se ha comentado en este artículo. Esto es importante tomarlo en consideración, ya que se le debe otorgar una estructura adecuada a esta realidad.
El músculo y el esqueleto del vino se localizan en los taninos y en los antocianos, unos componentes que se encuentran en la piel y en la pepita de la uva. Cuanta más cantidad de estos dos componentes tenga la uva, mayor será su resistencia al tiempo. Un vino joven, por tanto, debe tener poca carga de taninos para que este sea suave y agradable desde el principio, fresco y bebible.
El proceso para extraer la carga tanina se realiza macerando el mosto de la uva con piel y pepita durante su fermentación alcohólica, pero a una temperatura más baja que a los otros vinos destinados a envejecer. Así mismo, debe macerarse durante menos tiempo o hacerlo durante la fase acuosa, es decir, cuando todavía hay más azúcar que alcohol. De este modo, se extrae todo el sabor y aroma de la uva, pero sin taninos de más, logrando un vino afrutado, fresco, con aromas a flores silvestres y su característico color rojo intenso.