Ni se te ocurra comer una tostada quemada: puede ser peligroso

Pongamos que te levantas un día cualquiera y, como es habitual, preparas un café para arrancar y pones un trozo de pan de molde de los gordotes en la tostadora. Dejas el café calentando y la tostada haciéndose y te vas a hacer otras cosas. Y te lías.

Que si la cama, que si abrir ventanas para airear, que si echar un ojo a TikTok… Clásicos mañaneros que delatan a cualquier persona de bien.

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La cosa es que cuando vas a la cocina a por la tostada, ésta hace más honor a su nombre del que debería. Se ha tostado por demás, hasta el punto de estar quemada. ¿Qué haces? Pues te lo decimos ya: No se te ocurra comértela. No está bien. Caca. A la basura directa, te pones otra y estás un poco más pendiente de la nueva.

Peligro de una tostada quemada

Olvídate de hacer el truco lamentable de raspar lo de arriba con un cuchillo y comerte el resto. ¿De verdad no te puedes permitir una tostada nueva?

El motivo por el que debes descartar comerte la tostada quemada es porque, como aseguras expertos en salud, puede ser perjudicial para tu salud, por causa de la acrilamida.

¿Qué es la acrilamida?

La acrilamida es una sustancia que puede llegar a ser cancerígena y que aparece en la tostada cuando ésta lleva el tostado a extremos más allá de lo consumible. Y para que no haya dudas sobre el peligro que implica esta sustancia, recurrimos a la definición que hace la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN).

«La acrimalida es una sustancia química que se crea de forma natural en productos alimenticios que contienen almidón durante procesos de cocinado cotidiano a altas temperaturas (fritura, tostado, asado y, también, durante procesos industriales a 120º y a baja humedad). Se forma principalmente gracias a los azúcares y aminoácidos (sobre todo, la asparagina) que están presentes de forma natural en muchos alimentos. El proceso químico causante se conoce como reacción de Maillard, dando lugar a un color y un aroma que resultan organolépticamente apetecibles».

Al consumir esta acrilamida, el tracto intestinal la asume, la envía a todos los órganos y es metabolizada, generando la glicimalida, que viene a ser uno de los metabolitos principales. El problema es que tanto la acrilamida, como la glicidamida son genotóxicas y cancerígenas.

Y lo peor es que un nivel, por mínimo que sea, de una sustancia genotóxica puede derivar en un daño irreversible en el ADN, con las implicaciones que ello conlleva, como la aparición de un cáncer.

Resumiendo: si se te quema la tostada, no te juegues la vida por ruín, tírala y haz otra.

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