De un tiempo a esta parte, era habitual que en el envase de muchos productos de bollería se leyera, en Arial 48, aquello de ‘Sin aceite de palma‘. Especialmente sangrante fue verlo en los botes de Nocilla, cuando todo el mundo sabía que ésta solo llevaba leche, cacao, avellanas y azúcar. Jamás dijeron nada del aceite de palma.
A pesar de ser más barato, la mala prensa acabó por conseguir que el aceite de palma fuera sustituido por el aceite de girasol y, en algunos casos, por el de oliva, mucho más saludable pero también más caro y mucho más abrumador en su sabor.
Y todo iba perfecto hasta que a Vladimir Putin le da por invadir Ucrania. Ahí España y el mundo se enteran que Ucrania es el principal exportador de aceite de girasol (un 54% del mercado mundial). Y, claro, desde febrero de, esas exportaciones se paralizan y el aceite de girasol se agota.
¿Qué hacen los fabricantes? Volver al aceite de palma. Pero, en vez de decirlo abiertamente, se agarran a una ley de abril de que permite el reetiquetado de productos afectados por escasez de materias primas de Ucrania.
¿Esto qué implica? Pues que donde antes ponía ‘Sin aceite de palma’, ahora te pone ‘Aceite de girasol sustituido por palma’. Al ser algo presuntamente temporal, se permitió esta maniobra para que las empresas no tuviera que empaquetar de nuevo todos sus productos. Total, que el aceite de palma vuelve a ser mainstream.