Alerta en los supers: si compras pollo envasado, fíjate bien en un detalle

Estás en tu supermercado habitual, haciendo la compra de la semana y, como haces cada miércoles, coges una bandeja de pechuga de pollo fileteada. Además, esta vez tiene pintaza y estás deseando llegar a casa para hacerlo a la plancha y darte un homenaje. Lo que viene a ser una noche loca.

Llegas a casa, pones la plancha, comienzas a cocinarlo y, a los 5 minutos, lo que eran 600 gramos de pollo hermoso y fresco, se han convertido en tres filetes sin fuste que, a lo sumo, pesan 40 gramos. ¿Qué ha pasado? Básicamente, que te la han colado.

Pollo aguado

Como consumidores inocentes que somos la mayoría, no se nos pasa por la cabeza pensar que los filetes de pollo de la bandeja que has cogido, tengan algo más que pollo. La caprichosa realidad dictamina que, en muchos casos, también tienen agua.

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Como diría aquel, no estás sola amiga. Y por si te anima… ¡tienes todo nuestro ‘a-pollo’!

Eso sí, de llevarla, debe aparecer en el etiquetado. El problema es que casi nadie lo mira. Simplemente, cogen la bandeja con los filetes más cuquis y tiran millas. Así nos va.

Lo cierto es que España tiene una normativa bastante estricta y actualizada al respecto pero, claro, el agua no está prohibida ni es nociva para la salud, por lo que ese vacío legal es aprovechado por algunos supermercados para colártela con el pollo.

Si compras el pollo envasado en el súper, debes tener cuidado: fíjate bien - Supermercado

Y sí, en las pechugas fileteadas, incluso en las de corte fino, también tienes agua. Y no tienes más que echar un ojo a la sartén cuando lo estás friendo que, de repente, parece que está en plena cocción.

¿Cómo evitarlo?

La forma más sencilla de evitarlo es tan fácil como mirar la etiqueta y ver los ingredientes. Si ves algo raro, lo dejas y a otra cosa. Eso sí, el pollo que lleva sí que es pollo. La cuestión es en qué medida y porcentaje ese pollo es pollo, teniendo en cuenta que debería llegar al 100%, todo lo que esté por debajo, te lo colarán con otro producto.

Por cierto, una vez comprado el pollo, la recomendación que hacen los nutricionistas es usar una bolsa térmica para llevarlo a casa y que no se rompa la cadena de frío. Así, conservará su color amarillo claro o blanco y podrás cocinarlo sin peligro.

Eso sí, otro consejo de los expertos pasa por consumir el pollo fresco en un margen de 36 horas desde su compra. Guárdalo en un recipiente, en la nevera, en su parte más profunda que está más fría por lo general. Si no te da tiempo a comerlo en día y medio, congélalo y sácalo cuando te apetezca.

Y a la hora de cocinarlo, asegúrate de hacerlo bien para quitar todas las bacterias que pueda tener la carne. Incluso si sobra alguno, no lo dejes en un plato en la cocina, pues cuando vuelvas, puede tener vida propia.

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